miércoles, 28 de octubre de 2015

El sindicalismo un terreno para innovar

En California circula un adhesivo, de esos que se pegan en el cristal posterior del coche. “¿No sabes qué es un sindicalista? Es aquel que ha hecho que puedas disfrutar de un fin de semana”.
Enrico Deaglio

Si hay un colectivo de personas que puede sentirse profundamente decepcionado por el escaso reconocimiento social que recibe en relación al esfuerzo que realiza, son esas decenas de miles de hombres y mujeres que voluntariamente han asumido la función de representar a sus compañeros y compañeras de trabajo y que ejercen, con responsabilidad y honestidad, su actividad de sindicalistas. Personas afectadas, más que nadie, por los casos, excepcionales y minoritarios, que pueden haber manchado las siglas de su organización, y que viven como un insulto las duras campañas de descalificación y difamación que han venido sufriendo en los últimos años, y que también saben que el sindicalismo en su larga historia ha vivido, combatido y superado, similares dificultades y ataques por parte de quienes lo han visto como un dique a su concepción reaccionaria de la empresa y la sociedad.

Con todo, los sindicalistas saben que su principal riesgo reside en las dificultades que enfrenta para atender con eficacia los profundos cambios que está viviendo el mundo del trabajo y su fragmentación actual. En muy pocos años, y agravado por la crisis, comprueban que se ha ido dibujando un nuevo mapa, con realidades diversas que poco tienen que ver con aquellas relaciones laborales, industriales y políticas, no tan lejanas en el tiempo, sobre las que se fundamentaron los sindicatos en el pasado siglo, y sobre las que se construyeron las formas de organización, relación y comunicación con sus afiliados y con los trabajadores, así como las prioridades programáticas y reivindicativas a defender.

Cambios profundos que están exigiendo a los y las sindicalistas nuevos conocimientos y nuevas competencias de gestión, de comunicación y de liderazgo para ejercer con eficacia su función de representantes sindicales en la empresa y en los sectores productivos. Nuevas capacidades para representar y gestionar la enorme diversidad que hoy es la característica principal y dominante en el mundo del trabajo y que el sindicalismo, si quiere mirar hacia el futuro, debe entender y atender. Porque aquella cómoda uniformidad de la clase trabajadora de ayer, así como su traducción en la pesada e ineficiente estructura organizativa de su sindicato y su rígida jerarquía, está quedando muy lejos.

Como en toda empresa y organización que aspire a afrontar un cambio y salir de la zona de confort que da la seguridad de hacer las cosas como siempre, al sindicalismo no le queda más opción que abrirse de par en par al aprendizaje, y para ello sus dirigentes necesitan la humildad de promover y estimular la creatividad para aprender de ella. Esa creatividad que surge del atrevimiento y de la imaginación de decenas de militantes sindicales que desarrollan, día a día, rompedoras prácticas y formas de movilización y de lucha; nuevos procedimientos para elegir las candidaturas para las secciones sindicales y para los comités de empresa; aprendiendo de esas nuevas iniciativas que surgen en muchos centros de trabajo para estimular la participación de los trabajadores y trabajadoras a la hora de construir la plataforma de su convenio colectivo.

Esa creatividad que nace de la humildad y de la duda que nos obliga a buscar las preguntas necesarias a la hora de afrontar un problema y de promover el cambio personal o colectivo, más que la seguridad de las conocidas y repetidas respuestas de siempre. De buscar esas preguntas "poderosas" a las que se refiere la conocida frase de Albert Einstein: "Si tuviera una hora para resolver un problema y mi vida dependiera de la solución, yo gastaría los primeros 55 minutos para determinar la pregunta apropiada porque una vez, supiera la pregunta correcta, podría resolver el problema en menos de cinco minutos".

El sindicalismo es un territorio rico y propicio para la innovación y la creatividad, pero aún está falto de canales internos que estimulen la transferencia de conocimiento y experiencias, falto de espacios que faciliten aprender de los aciertos y de los errores en las formas de trabajar entre unos y otros. Y este requisito, tan imprescindible en toda empresa y organización que aspire al éxito, se consigue atendiendo y aprendiendo de la experiencia diaria que aportan los miles de sindicalistas que trabajan en la empresa o militan en la base de la estructura del sindicato.

Las empresas innovadoras saben bien que el germen de la innovación no surge de la jerarquía, ni tampoco de la experiencia de haberlo hecho bien en el pasado, sino de quienes están en primera línea de contacto con el cliente, con la frescura, el riesgo y el arrojo necesarios para no ser arrastrados por la inercia. Unas características que se encuentran a raudales en el trabajo de esos miles de militantes, que día a día visitan los centros de trabajo y que atienden la acción sindical en las empresa y los sectores, que su sindicato debería saber escuchar como primer paso para pone en marchar la reflexión abierta, el estudio y la investigación de los muchos y profundos cambios a los que está llamado el sindicalismo español, al que no le falta ni medios, ni inteligencia y, esperemos que tampoco, la voluntad para acometerlos.


sábado, 17 de octubre de 2015

Volkswagen: las lecciones de una tremenda decepción.

El gravísimo escándalo de Volkswagen ha representado una tremenda decepción para quienes creemos en la utilidad y el valor de las políticas y los  compromisos de Responsabilidad Social en las empresas. Una profunda decepción para quienes sabemos, por nuestra experiencia personal y profesional, que no todo es escaparate ni solo buenas palabras cuando se habla de RSC, ya que conocemos ejemplos de empresas  que intentan hacer las cosas bien, cumplen los compromisos éticos y respetan los valores que declaran.

Precisamente el negativo ejemplo de Volkswagen, nos debería reafirmar para seguir creyendo, todavía con más fuerza, en la necesidad de profundizar en extender y reforzar la Responsabilidad Social en las empresas, porque precisamente este escándalo evidencia las catastróficas consecuencias de la vulneración de estos valores para los trabajadores, la empresa y la sociedad.

Con toda crudeza, Volkswagen enseña que debemos mirar la actividad y el producto, porque es ahí donde debe estar el eje y el corazón de la RSC de una empresa, que se debe medir en la respuesta a ¿cómo?, ¿en qué condiciones?, ¿a costa de qué?segeneranlosbeneficios. Dicho en otras palabras, es preciso  corregir y cambiar esa extendida tendencia  atendiendo a ¿a qué dedican? las empresas sus beneficios, en lugar de exigir conocer y controlar cómo se  obtienen, porque con este patrón, más allá de la potente acción social que haya podido desarrollar Volkswagen, su estafa en el producto la descalifica absolutamente como empresa socialmente responsable.  Como otras muchas empresas que se presentan como socialmente responsables solo por sus vistosas y potentes campañas de acción social, mecenazgo y filantropía, pero que a su vez escondencómo, dónde  y en qué condiciones producen su impacto en la sociedad.

Este escándalo, más allá de otras muchas consideraciones, obligará a releer y modificar muchas de las teorías recogidas en la prolija literatura que se ha escrito en torno a la Responsabilidad Social de las empresas. Sobretodo, debería obligar a repensar muy seriamente  los actuales  instrumentos, procedimientos y protocolos de gestión de la RSC, para conseguir reforzar y mejorar los débiles mecanismos de control, más formales que reales, que tienen la mayoría de las empresas, en el objetivo de conseguir que  todas las partes implicadas, trabajadores, clientes, sociedad y administraciones públicas pasen ya, de una vez por todas, de ser unos meros receptores de información, a convertirse en eficaces y estrictos interlocutores a la hora de definir compromisos, así como fiscalizadores del cumplimiento de los compromisos adquiridos y declarados por las empresas.

Pero más allá de las muchas lecturas y críticas que se merece el escándalo de  Volkswagen, es sabido que los primeros y más directos afectados por la mala gestión de los directivos serán sus 600.000 empleados que tienen en el mundo, entre ellos los 22.000 trabajadores en España. Y que el primer reto para estos miles de trabajadores trabajadoras será recuperar la confianza de sus clientes y el prestigio de la marca que hoy está por los suelos. Y resolver sobre qué base se saldrá de esta crisis: si, como vemos tantas veces, los destrozos provocados por los errores  de los altos ejecutivos, se pagan en destrucción de empleo y retroceso en las condiciones de trabajo o, por el contrario, gracias a la fuerte y sólida presencia sindical en todas sus plantas de producción, la salida de esta crisis se afronta desde un fuerte compromiso de Responsabilidad Social, salvaguardando lo esencial, la defensa el empleo y el compromiso con  la sostenibilidad con sus productos.

Volkswagen ha de salir adelante, no hay duda, gracias al compromiso de sus trabajadores y trabajadoras y a la solidaridad canalizada por sus sindicatos comprometidos con el futuro de la empresa. Ha de salir adelante porque sabrán convertir la actual crisis en nuevas oportunidades para una nueva Volkswagen. De igual forma que el sindicalismo global debería saber aprovechar esta oportunidad para demostrar lo equivocados que están esos teóricos, sabios y gurús  de la gestión empresarial que lo han dado por muerto. Porque, el sindicalismo, gracias a su fuerte presencia en las  118 plantas de todo el mundo, y la evidencia de una elevada afiliación y solidez de CCOO y UGT en las plantas en España, demostrará el valor del trabajo y su capacidad para construir y proponer alternativas de mejora en todos los ámbitos de la empresa, y demostrará al mundo económico que la participación y el empoderamiento de los empleados es la única vía para mejorar la gestión de las empresas.

El sindicalismo, y en esa dirección apuntan las primeras declaraciones de los líderes sindicales, tiene la oportunidad de ejercer la solidaridad entre todos los trabajadores y trabajadoras, evitando que los eslabones más débiles sean los que sufran las consecuencias de la crisis, y el riesgo siempre presente del “sálvese quien pueda” . Y es esperanzador, para evitar estos riesgos, leer, desde hace unos días, el mensaje: "Un Equipo -Una Familia" impreso en las camisetas de los afiliados y afiliadas al potente sindicato alemán IG Metal de Wolfsburg. Más allá de todas las incógnitas por resolver, que son muchas y en muchos frentes, podemos afirmar, que del  grave escándalo de VW deberían salir  importantes lecciones para el mundo empresarial, para los agentes sociales, los gobiernos y para el conjunto de la sociedad.


domingo, 11 de octubre de 2015

En el recuerdo de Simón Rosado



Joaquim González Muntadas
Director Ética Organizaciones SL

Si hay algún colectivo de personas que hoy está sintiendo una profunda decepción por el poco reconocimiento social que recibe el duro esfuerzo que realiza son esas decenas de miles de hombres y mujeres que de forma voluntaria han asumido la función de representar a sus compañeros y compañeras de trabajo y que ejercen, con responsabilidad y honestidad, su actividad de sindicalistas. Personas a las que les ha afectado más que nadie esos casos, excepcionales y muy minoritarios, que pueden haber ensuciado las siglas de su organización. Que viven como un insulto a su persona las duras campañas de descalificación y difamación que han venido sufriendo en los últimos años los sindicatos. Que han sufrido como el que más los graves efectos de la crisis económica y el efecto de las Leyes que se han ido aprobando dirigidas a debilitar su función. Pero también saben que el sindicalismo en su larga historia ha vivido, ha combatido con estas dificultades y con peores ataques por aquellos que siempre lo han visto como un dique a su concepción reaccionaria de la empresa  y la sociedad.

Por esto los sindicalistas saben, con todas esas dificultades que son muchas, que el riesgo  principal que corre su función está en las serias dificultades que está teniendo para atender con eficacia los profundos cambios que está viviendo el mundo del trabajo y su actual fragmentación. Cada día comprueba  cómo,  en muy pocos años y agravado por la crisis, se ha ido dibujando un nuevo mapa de realidades lleno de diversidades que tiene muy poco que ver con aquellas relaciones laborales, industriales y políticas, no tan lejanas en el tiempo, sobre las que se fundamentaron los sindicatos en el pasado siglo y  sobre las que se construyeron las formas de organización,  de relación y comunicación con sus afiliados y con los trabajadores, como también las prioridades programáticas y reivindicativas a defender.

Unos cambios profundos que le exigen, a los y las sindicalistas, nuevos conocimientos y  nuevas competencias de gestión, de comunicación y de liderazgo para ejercer con eficacia su función de representante sindical en la empresa y en los sectores productivos. Que les exige nuevas capacidades para gestionar y dialogar con la enorme diversidad que hoy es la característica dominante en el mundo del trabajo. Porque está quedando muy atrás aquella cómoda uniformidad de la clase trabajadora de ayer para la que están formados y pensada la pesada y poco eficiente estructura  organizativa de su sindicato todavía profundamente jerárquica y rígida.       

Y como en toda empresa y organización, que aspire a afrontar un  cambio y a salir de la zona de confort que da la seguridad de hacer las cosas como siempre, el sindicalismo no le queda más opción que abrirse de par en par al aprendizaje y sus dirigentes tener la humildad de promover y estimular la creatividad para aprender de ella. Esa creatividad que surge, día a día, del atrevimiento y la imaginación de decenas de militantes sindicales que innovan iniciativas y prácticas nuevas formas, a veces incluso rompedoras, de movilización y de lucha; de nuevos procedimientos para elegir las candidaturas para las elecciones sindicales; o nuevas iniciativas que surgen en muchas empresas para estimular la participación a la hora de construir la plataforma de su convenio colectivo.

El sindicalismo es un territorio rico y propicio para la innovación y la creatividad, pero está falto de canales internos que estimulen la transferencia de conocimiento y experiencias. Falto de espacios que faciliten el  aprender de los aciertos y de los errores en las formas de trabajar entre unos y otros. Y este requisito, tan  imprescindible en toda empresa y organización que aspire al éxito, se consigue de la experiencia diaria que aportan los protagonistas que trabajan en la  empresa o militan en la base de la estructura del sindicato y con la humildad los dirigentes para aprender de ellas y atreverse a revisar sus formas de trabajar y de dirigir la organización.

Por esto me ha parecido de especial interés al hablar de creatividad e incluso de innovación,  referirme a la iniciativa de Alfons Llopis. Militante de CCOO de Industria de Catalunya cuyo trabajo es el de promover elecciones sindicales en las empresas de los sectores de esta organización y conseguir el máximo de delegados y delegadas para las candidaturas de su sindicato. Es un trabajo duro, lleno de decepciones y alegrías según el resultado final de cada proceso electoral. Pero un trabajo nada monótono ya que cada empresa, cada persona con la que habla para ser candidata, cada grupo de trabajadores y de afiliados con las que se relaciona pueden ser una experiencia y por esto una enseñanza para mejorar su trabajo.

La iniciativa de Alfons es tan sencilla como el haber abierto un modesto Blog El Racó del Sindicata http://alfonsllopis-sindicata.blogspot.com.es/ donde en lugar de escribir su opinión sobre el mundo y la vida, qué debería hacer el sindicato o de denunciar las miles de cosas que merecen la denuncia. Él, en ese cajón de emociones, tiene la humildad y la valentía de compartir su experiencia particular y muy especialmente los errores que entiende que ha podido cometer en su trabajo, en unos casos, por no haber sabido percibir los intereses particulares de un determinado colectivo lo que le ha llevado a perder una candidatura; o en otro por no haber tenido la sensibilidad necesaria ante las dificultades que expresaba una candidata potencial, etc. Y también los aciertos, el haber sabido esperar a la hora de hacer una propuesta delante del director de la empresa,  o el haber intuido a tiempo que era mejor hablar con un candidato fuera del recinto de la empresa.

Y la pregunta que nos podemos hacer es: ¿nos imaginamos una organización sindical capaz de estimular a las decenas de personas que están día a día en la calle y en los polígonos industriales;  que les apetezca y encuentren sentido compartir, como está haciendo Alfons Llopis, sus emociones, alegrías y cabreos, sus aciertos y sobre todo sus errores y fracasos de cada día para que de ellos poder aprender y corregir? Pues esto es lo que son capaces de hacer las empresas inteligentes: aprender de sus errores y transferir entre sus miembros conocimiento que, por cierto,  hay mucho y muy valioso en los centenares de personas sindicalistas que día a día visitan los centros de trabajo y que en el fondo son también la cara y la imagen del sindicato.           



martes, 6 de octubre de 2015

Otro 7 de octubre por el trabajo decente

Un año más, el 7 de Octubre se celebra la “Jornada Mundial por el Trabajo de Decente”. El concepto de “trabajo decente” fue lanzado en 1999 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y se define como aquel con un salario y condiciones que garantizan una vida digna al trabajador o trabajadora y su familia, que se desarrolla en condiciones seguras y saludables, que garantiza la protección social, y en el que se respetan los derechos fundamentales de libertad de sindicación y de negociación colectiva, con derechos iguales y no discriminación laboral por razón de sexo, religión o pensamiento. 

Para combatir las frecuentes violaciones a tales derechos, y consciente de que es una tarea que precisa del esfuerzo de amplios sectores sociales y políticos en el mundo, la Confederación Sindical Internacional (CSI) lanzó públicamente en enero de 2007 la Campaña Global por el Trabajo Decente desde los parámetros definidos por la OIT. Una campaña para promover y liderar desde el movimiento sindical una amplia alianza con las fuerzas políticas y sociales progresistas de todo el mundo, y que se concretó en la convocatoria de 2008 como la primera Jornada Mundial por el Trabajo Decente (JMTD). 

Se trata de una Jornada de acciones y movilizaciones en múltiples frentes, en las empresas y en los centros de estudio, en las calles e instituciones, con manifestaciones y muestras artísticas, conferencias y reuniones de sensibilización, de solidaridad y de lucha, celebrados año tras año, y que han permitido que el significado del 7 de Octubre haya ido ganando fuerza y dimensión, convirtiéndolo en una fecha muy especial. Así se reflejará en muchos medios de comunicación con programas y reportajes específicos, debates y tribunas, dedicados a la concienciación por la globalización de los derechos fundamentales del trabajo, a la solidaridad con los millones de trabajadores y trabajadoras en el mundo que carecen de ellos, como  expresa el eslogan de la campaña de JMTD de la CSI este año 2015: “Alto a la Codicia Corporativa” (http://2015.wddw.org/es/portada/).

Se trata de una jornada que aspira a movilizar a los sindicatos de todo el mundo, cada uno en su particular ámbito profesional y territorial, promoviendo hasta en el último rincón del planeta la lucha por el trabajo decente. Aspira a concienciar y a movilizar a la sociedad  exigiendo de los gobiernos las acciones necesarias para recuperar el crecimiento económico y construir una economía global, situando la prioridad en las personas y en la garantía de un trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, frente la avaricia de unos pocos. Para erradicar la precariedad de los contratos, los bajos salarios, la desigualdad, la discriminación y la pobreza de tantos trabajadores y trabajadoras.

Queda mucho por hacer en la agenda social, económica y política de todos los países para alcanzar una globalización justa y obtener el necesario desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible y eliminar el trabajo sin derechos; mucho que negociar y acordar entre los sindicatos y las empresas multinacionales y globales sobre el contenido de los Códigos de Conducta y los instrumentos que garanticen la verificación de su estricto cumplimiento y respeto hasta el último eslabón de las cadenas de producción y distribución. 

Es imprescindible una nueva legalidad internacional sobre el Trabajo Decente basada en normas universales y en instrumentos que lo garanticen eficazmente. Una herramienta esencial debería ser, como viene exigiendo reiteradamente el sindicalismo mundial, el control por parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) de que los productos objeto del comercio mundial tengan la garantía de que se han respetado los Convenios de la OIT en su producción  y distribución. Pero, como ha afirmado tantas veces Isidor Boix Lluch, de la Federación Sindical Mundial “IndustriALL Global Union” y uno de los dirigentes sindicales más cualificados a la hora de hablar de la globalización de los derechos laborales, “la OIT no puede y la OMC no quiere”. 

Las normas eficaces que garanticen los derechos del trabajo deberán seguir construyéndose desde la acción de los sindicatos y la negociación colectiva, desde la eficacia y rigor de la Responsabilidad Empresarial, desde la concienciación de la ciudadanía y de sus organizaciones sociales y políticas. Y este 7 de Octubre puede ser una fecha importante para la dignidad del trabajo y de las personas. 



jueves, 1 de octubre de 2015

El conflicto de Valeo y el valor del sindicalismo

Serán muy pocos los ciudadanos de Catalunya e incluso del resto de España que hoy no sepan que Valeo Martorelles está en lucha desde que el 24 de julio la multinacional francesa Valeo (una de las principales fabricantes mundiales  de componentes para automóviles con 130 plantas y 70 centros de I+D+i  y con cerca de 70.000 trabajadores directos repartidos en 26 países) les comunicó su decisión de trasladar la totalidad de la producción y a la mayoría de sus trabajadores a la otra  factoría que tiene en Zaragoza, y con ello el cierre de su centro de trabajo.

Se conoce este conflicto no por que afecte a miles de personas, ni por ser una empresa con una marca de consumo, lo que siempre ayuda a darle notoriedad e incluso permite generar la presión hacia la empresa por parte de sus consumidores que se solidarizan con los trabajadores afectados. No, la notoriedad de este conflicto se la da el coraje de esos pocos trabajadores y trabajadoras.

El conflicto de Valeo es la respuesta de esos 257 trabajadores y trabajadoras a una decisión empresarial que han entendido como un ataque frontal a sus derechos y una clara vulneración de las garantías laborales que tienen pactadas con la empresa en acuerdos vigentes. Como en todos los conflictos, cada parte juega sus cartas. Y estos trabajadores han entendido que las suyas están en la unidad, la movilización, la solidaridad, y en la negociación. Y por ello, durante todo el mes de agosto y septiembre están en huelga, al tiempo que han desplegado una frenética actividad informativa que ha conseguido llevar sus razones al conocimiento de otros muchos trabajadores y trabajadoras de otras empresas y al conjunto de la sociedad, y tejer un fuerte apoyo solidario a su causa.

Todo ello sin dejar de exhibir con orgullo su afiliación y militancia sindical, en este caso mayoritariamente a CCOO. Porque no hay comparecencia pública, rueda de prensa o asamblea, que no haga evidente el protagonismo de los sindicatos. Un hecho que resalta, porque se contrapone a esa tendencia, últimamente bastante extendida en algunos conflictos laborares similares, que intenta disimular el papel de las organizaciones sindicales porque sus protagonistas creen que es más fácil ganar simpatías y llegar mejor a la sociedad si se presentan desde la plataforma exclusiva del comité de empresa, escondiendo las siglas y pancartas de los sindicatos aunque el peso de la dirección, asesoramiento e incluso los costes recaigan en las estructuras de éstos.

Contradiciendo este prejuicios, durante estos meses los trabajadores y trabajadoras de Valeo, con el reconocimiento del protagonismo sindical, están recibiendo el apoyo de miles de personas y también de destacados líderes políticos que se han acercado a la puerta para demostrar su solidaridad, como Joan Coscubiela, Lluis Rabell, Miquel Iceta, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Oriol Junqueras, David Fernández, … También han pasado todos los alcaldes y concejales de la comarca, algo que ha dado visibilidad pública al conflicto y calor a sus protagonistas para seguir en su lucha en busca de una solución  razonable.

Loa trabajadores de Valeo también han podido comprobar lo poco que ha hecho, más allá de las buenas palabras, el gobierno de la Generalitat al que han reclamado compromiso e intervención a favor de su causa. Saben también que pueden seguir esperando la respuesta a su reclamación de que el President de la Generalitat viaje a Paris para entrevistarse con el máximo responsable de la multinacional francesa. Porque la cruda realidad es que ni Artur Mas ha ido a Paris, ni parece muy previsible que Mr. Jacques Aschenbroicha, presidente de Valeo,  tenga previsto viajar a Barcelona para ver a Artur Mas en estos días. 

El conflicto de Valeo se resolverá, y seguro que bien. No puede acabar de otra manera si atendemos a la inteligencia demostrada por las personas que protagonizan y dirigen el conflicto y las negociaciones. Y los trabajadores podrán decir “¡nos lo hemos ganado!, con razones, movilizando y negociando”. Y por esto, nadie más que ellos, junto con los miles de personas que han desplegado su solidaridad y sus sindicatos, podrá apropiarse del resultado de su sacrificio, que ha sido mucho, defendiendo nuestros derechos. 

Pero es  necesario y útil saber, porque es otra enseñanza de esta larga y dura lucha, que su organización y su buen seguro resultado final, no son fruto de la improvisación. Lo es de años de trabajo sindical en una empresa fuertemente sindicalizada, con altísimos (más del 70%)  niveles de afiliación, cuyos trabajadores han sido un ejemplo de compromiso y solidaridad con otros conflictos laborales y sociales. 

Por todo esto el conflicto de Valeo es un buen ejemplo. También una eficaz respuesta a tantos y tan interesados cantos del cisne sobre el final del sindicalismo cuando éste es más necesario que nunca.